top of page

La tregua de navidad

  • patricia13g
  • 3 jun 2017
  • 5 Min. de lectura

En la Nochebuena de 1914, cinco meses después del estallido de la 1a Guerra Mundial, ocurrió algo asombroso: miles de soldados británicos y alemanes en el Frente Occidental decidieron dejar las armas, salir de las trincheras y encontrarse pacíficamente. Durante los días siguientes casi 100.000 hombres, británicos y alemanes, conversaron, intercambiaron regalos y cantaron villancicos. Fue lo que la historia llamaría posteriormente “La Tregua de Navidad”.

La noche del 24 de Diciembre, el primer día de la tregua, el capitán Armes del 1er Batallón del Regimiento de North Staffordshire le escribo a su mujer una carta describiendo tan increíble acontecimiento. Armes sobrevivió a la guerra y volvió a casa; murió en 1948.


LA TRADUCCIÓN DE LA CARTA DICE ASÍ: 24/12/14

Acabo de ser testigo de una de las escenas más extraordinarias que se puedan imaginar. Hoy es Nochebuena, y esta tarde llegué a las trincheras para comenzar mi turno de servicio. Había tiros constantemente; las ametralladoras del enemigo disparaban contra nosotros sin cesar. Pero hacia las siete de la tarde el fuego se detuvo.

Yo estaba leyendo un diario en mi trinchera mientras repartían el correo. Entonces nos dijeron que los alemanes habían iluminado sus trincheras a lo largo de nuestro frente. Ya llevábamos algún tiempo dándonos mutuamente deseos navideños a voces. Me asomé, y los alemanes gritaron “no disparar”, y de alguna manera la situación se volvió pací ca. Todos nuestros hombres salieron de las trincheras y se sentaron en los parapetos; los alemanes hicieron lo mismo, y comenzamos a hablarnos en inglés chapurreado. Subí a lo más alto de la trinchera y, en alemán, les pedí que cantaran una Volkslied alemana. Lo hicieron, y luego nuestros hombres cantaron también, bastante bien. Cada lado aplaudía y jaleaba al otro.

Le pedí a un alemán que cantaba solos que cantara un lied de Schumann, y cantó “Los dos granaderos” espléndidamente. Nuestros hombres fueron un público excelente y disfrutaron mucho de la canción.

Entonces Pope y yo cruzamos la tierra de nadie y conversamos con el o cial alemán al mando.

Uno de sus hombres nos presentó formalmente; preguntó mi nombre y me presentó a su o cial. Le di permiso para enterrar a algunos muertos alemanes que había en tierra de nadie, y acordamos que nadie dispararía hasta la medianoche de mañana. Mientras hablábamos, 10 o más alemanes hicieron corro. Yo estaba casi en sus líneas, a una yarda o así. Nos saludamos, me agradeció el permiso que le di para que enterraran a sus muertos, y acordamos cuántos hombres iban a encargarse de ello, y que a excepción de ese destacamento, ambos lados deberían quedarse en sus trincheras.

Entonces nos dimos las buenas noches, nos deseamos un buen descanso y una feliz Navidad, y nos despedimos con un saludo. Volví a nuestras trincheras. Los alemanes cantaron “Die Wacht Am Rhein”, y sonaba bastante bien. Entonces nuestros hombres cantaron “Christians Awake”, y también sonaron muy bien. Con un “buenas noches” mutuo todos entramos en nuestras respectivas trincheras. Era una escena curiosa; bajo una hermosa luz de luna las trincheras alemanas llenas de pequeñas lucecitas, y los hombres de ambos bandos sentados en grupos en los parapetos.

A veces, en la distancia, se podían oír cañones y algún que otro disparo de ri e. Ahora mismo puedo oírlos, pero en nuestra zona la quietud es absoluta. Permití que un par de soldados salieran y se encontraran con un par de alemanes en mitad de la tierra de nadie. Intercambiaron unos cigarros, fumaron y hablaron. El o cial con quien hablé espera que podamos hacer lo mismo en año nuevo, y le dije “si sigo aquí, desde luego”. Tengo la sensación de que debo sentarme y escribir la historia de esta Nochebuena antes de retirarme. Por supuesto, no hemos relajado ninguna precaución, pero creo que los alemanes tienen la intención de respetar la tregua, aunque de todos modos pasaré la noche despierto para estar completamente seguro. Es extraño pensar que mañana por la noche volveremos a luchar. Si sobrevivimos a esta guerra, esta Nochebuena va a ser un recuerdo imborrable. El alemán que cantó tenía una voz magní ca.

Voy a recorrer un poco las trincheras para asegurarme de que todo vaya bien. Buenas noches.

Navidad.

La noche fue absolutamente pací ca, aunque en los ancos había un par de francotiradores que disparaban de vez en cuando. Pero en mis trincheras y las del enemigo justo enfrente lo único que había eran fogatas, canciones y conversación. Esta mañana, al toque de diana, los alemanes mandaron destacamentos para enterrar a sus muertos. Nuestros hombres salieron para ayudar, y acabamos encontrándonos todos en mitad de la tierra de nadie. En grupos, entablaron conversación y se hicieron regalos mutuos de tabaco y otras cosas. He estado a una yarda de sus trincheras; he saludado y he hablado con un Coronel y con varios O ciales y Subo ciales. Todos muy agradables; acordamos que los soldados no se acercarían a las trincheras enemigas, sino que se quedarían más o menos a medio camino entre las líneas. Es algo extraordinario. Los hombres se portaban todos de una forma muy natural y amigable. Hicimos varias fotos: un grupo de o ciales alemanes, un o cial alemán posando conmigo, y un grupo de soldados británicos y alemanes.

Los alemanes son sajones, todos muy bien plantados, que sólo desean una paz honorable y varonil y que no parecen estar precisamente en las últimas. Me asombró ver lo bien que se llevaban nuestros hombres y los suyos, la naturalidad y facilidad con que lo hicieron.

Acabamos de prepararnos para comer, y hemos arreglado que nos volveremos a encontrar hasta el atardecer, cuando nos retiraremos y [ilegible] hasta las 9 de la noche. Entonces volverá a comenzar la guerra. ¡Me pregunto quién disparará primero! Nos han dicho, “si disparáis al aire haremos lo mismo”, y todo eso... Pero todo volverá a empezar y mañana estaremos otra vez intentando matarnos mutuamente. Es tan extraordinario que haya una situación que permita tener “un día de paz”. Nunca he visto a nadie tan contento de tener un día libre como a los soldados de ambos bandos.

Esta noche su cantante de ópera nos cantará un par de canciones, y quizás yo pueda darles también una. Intenta imaginar dos líneas de trincheras en paz, apenas a 50 yardas de distancia. Hasta ahora los hombres que en ellas se escondían nunca habían visto a los del otro lado, salvo quizás en un vislumbre fugaz de una cabeza que asomaba de vez en cuando. Nunca habían salido de sus trincheras. Y un buen día todos deciden salir y encontrarse para una conversación cordial en medio de las dos líneas. Uno de ellos, un tipo casado, me pidió que le diera una foto de Betty y Nancy [N. del T.: Las hijas del escritor de la carta, que eran unos bebés en esa época] que yo llevaba encima. Se la di, ya que tenía dos: Parece que se la enseñó a todo el mundo, pues varios alemanes me lo comentaron luego. A cambio él me dio una foto suya y de su familia, tomada recientemente y que acababa de recibir.

Tengo que acabar esta carta para que pueda salir hoy. Acabo de comer. Costillas de cerdo. Pudding de ciruelas. Pastelillos de carne. Pan de gengibre, una botella de vino y un puro. He brindado por todos vosotros en casa, y especialmente por ti, querida. Ahora tengo que salir a supervisar los encuentros entre nuestros hombres y los alemanes.

Procuraré volver a escribir en un día o dos. Guarda esta carta con cuidado, y envíale copias a todo el mundo. Creo que les interesará. Era una sensación extrañísima caminar solo hacia las trincheras del enemigo para encontrarme con alguien a medio camino y arreglar una tregua de Navidad. Es algo para recordar durante toda la vida.

Besa a las niñas de mi parte y dales mi amor. Escríbeme una carta bien larga y dame todas las noticias que puedas. Espero que las fotos salgan bien. Probablemente acabes viéndolas en algún periódico.

Tuyo, Jake.

 
 
 

Comentarios


Entradas recientes

© 2023 by LiveDeeper. 

  • Facebook Social Icon
  • Twitter Social Icon
  • Google+ Social Icon
bottom of page