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Gestiona tu tiempo y dinero

  • patricia13g
  • 14 nov 2018
  • 4 Min. de lectura

El tiempo, como el dinero, es infinito. Igual me he excedido un poco en la afirmación, pero si, cada un dentro de sus posibilidades vive en un umbral mas o menos indeterminado de tiempo y posibilidades económicas. Antes de entrar realmente en la reflexión que pretendo hacer, quiero explicar un poco estas dos variables. En cuanto al tiempo, hay aquí dos referencias. Nuestra esperanza de vida, que no analizamos cada día, pero de la que siempre tenemos una referencia estimada en el subconciente, y por otro lado, el tiempo que de forma artificial encerramos en horarios y calendarios cuya atención se limita generalmente al día o semana.

El dinero, por su parte, siempre será esencialmente infinito por cuanto está representado por números que siempre lo son. Sin embargo, esto no funciona así en la práctica y habitualmente todo el dinero que tenemos nos parece poco. Esto está muy ligado a las expectativas y avaricia. Por ahora, lo único que quiero decir es que normalmente tenemos una visión distorsionada de nuestra capacidad económica.

Realmente falta una tercera variable que es la toma de decisiones, y es aquí cuando entro en materia. Por lo general tenemos más tiempo real que dinero, pero todo depende en que decidamos gastarlo. Podríamos estar sentados en casa mirando a una pared todo el día con la cartera bajo llave, pero eso es útopico (más que nada porque si no salimos a trabajar no mantendríamos esa cartera y porque si no gastamos en comida, no tendríamos ni que plantearnos esta cuestión). La vida está llena de interacciones y las decisiones subyacentes. Parece demasiado evidente lo que digo, y realmente lo es, pero a veces se nos olvida. Nos pasamos la vida diciendo no puedo ir a tu boda porque no tengo dinero, o no puedo quedar porque no tengo tiempo, cuando en realidad deberíamos decir; tu boda no está en mi prioridad de gasto o prefiero ocupar mi tiempo con otras actividades que quedando contigo, es así de simple.

Pues una vez somos conscientes de esto, nos corresponde pensar en la siguiente pregunta ¿Qué consideramos un gasto lícito? Ya sea de tiempo, o de dinero tenemos que tomar decisiones continuamente y a veces es tan difícil que nos libramos de la culpabilidad que conlleva rechazar una alternativa pensando que la vida es así, no puedo y punto. A nosotros normalmente no nos machacamos, pero cuando se trata del otro…siempre hay juicios. Juzgamos al padre que pasa más tiempo en la oficina que con sus hijos, al que no paga a sus hijos una educación privada pero les compra el móvil de última generación, al que rechaza un plan con amigos para quedarse en casa con un libro. La lista es tan larga, como días tienen nuestras vidas.

Respecto al tiempo, hay cuestiones que en nuestra sociedad están blindadas. Nadie se va a enfadar si rechazas unas cervezas porque tienes que estudiar para un examen o si no vas a un viaje porque estás ahorrando para los reyes de tus hijos. ¿Pero que pasa si tu amigo te reclama porque acaba de perder a su padre? ¿en ese momento es más importante el examen? ¿depende del examen del que estemos hablando?, ¿Y si el viaje es para ir al entierro de un familiar? ¿Qué pensará tu familia?

Hay supuestos conflictivos, pero tenemos como sociedad una jerarquía de importancias más o menos clara. Unas normas no escritas en base a las cuales poder criticar a nuestros iguales. No estoy defendiendo que debamos hacer siempre lo que nos de la gana, pues hay unas responsabilidades, socialmente o personalmente marcadas que nos limitan, pero si creo que debemos ponernos en el lugar del otro para entender que es lo realmente importante para él. Tal vez Pepe, el protagonista de nuestro ejemplo lleve meses deseando que llegue fin de año para poder celebrarlo con sus amigos, tanto, que no le importa dejar a su familia a un lado ese día e invertir sus ahorros en la prohibitiva entrada, seguramente él no lo habría explicado así. Habría dicho que no pasa nada porque estaría con su familia el día de reyes y que vale la pena el precio porque va el mejor dj de la ciudad y hay que empezar el año con buen pie. Por los mismos motivos seguro que a Pepe le parecería fatal que Ramón rechazara el plan para quedarse en su casa en pijama con la familia, y que además diga que no tiene dinero para la entrada pero luego se haya comprado las entradas para aquel concierto. Todo depende de la perspectiva.

Este ejemplo me ha hecho recordar otra cosa que quería decir. Imagina que Ramón compró la entrada en noviembre, pero cuando llega el 31 de diciembre lo está pasando muy bien en casa, y le daría mucha pena no unirse a los juegos de mesa en familia por vestirse y salir. Entonces piensa en todo el dinero que se gastó en la entrada, y que por lo tanto, debería ir a la fiesta. En este tipo de situaciones yo he creado la norma de que encima que he perdido el dinero, no voy a perder además el tiempo. Pongamos que ya gasté 50 euros que no puedo recuperar, mejor es eso que además pasarlo mal y perderme un momento familiar especial.

Esta reflexión ya está llegando a su final, pero antes me gustaría hacer algunas puntualizaciones. A pesar de todo lo que he dicho, admito que hay situaciones realmente imposibles de cumplir como organizarme para ver todas las películas de la historia en un día o comprar la torre Eiffel. También quiero aclarar que las obligaciones sociales que mencioné cambian en el tiempo y espacio, ya que en un país de mayoría musulmana el trabajo no se considera tan importante cuando toca sacar la alfombra para rezar. Sin embargo, dentro de lo razonable quiero lanzar el mensaje de que no seas quejica y asumas que si nunca “tienes tiempo” para quedar igual esa persona no es tan importante para tí, o que si llevas toda la vida sin hacer esa reforma en tu casa o ese viaje por Europa, igual es que te da un poco de pereza.

 
 
 

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