Vacío. Eso que somos.

Parece que pertenecemos a eso,

a ese diminuto espacio que hay entre lo terrenal y lo espiritual.

Es ese limbo el que parece mantenernos con vida.

Es el punto en el que todo y nada se unen; es el vacío.

Ese espacio ha creado guerras, ideologías y genocidios.

Ha labrado nuestra historia.

Nos domina.

Es la impaciente búsqueda de una verdad, la que ha mantenido el motor encendido de toda sociedad.

Los techos de la capilla sixtina quitan el aliento,

Es inevitable alzar la mirada y sentirte pequeño.

Así nos ha hecho sentir la duda.

Pequeños, temerosos, asombrados...rendidos ante lo inexplicable.

Con nuestra buena intención, llevamos siglos equivocándonos.

Inventando y venerando. Creyendo y temiendo. Sufriendo y siguiendo.

¿Por qué nos cuesta admitir que hay cosas que no sabemos?

Algo me dice que el esfuerzo que hacemos por estrechar ese hueco, es en vano. Eso mismo me dice que si hay una respuesta, ésta no está al alcance del ser humano.

Otros juegos de la mente, sin embargo,

me incitan a creer.

A tener fe en algo que explique un por qué.

Tal vez habita en nosotros un resquicio tan pequeño como ese espacio,

un recuerdo de lo que somos.

Después de todo me pregunto,

¿dónde nos situamos en la foto?

¿somos seres humanos con una experiencia espiritual o seres espirituales con una experiencia humana?

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