Camino del término medio.
- patricia13g
- 16 ago 2017
- 3 Min. de lectura

Dédalo era un arquitecto y hábil inventor ateniense, famoso por construir el laberinto de Creta. Se casó con Ariadna y tuvo dos hijos llamados Ícaro y Yápige.
Dédalo sentía fuertes celos de su sobrino Talos, celos de la inteligencia que pronto superó la suya propia. De la envidia acabó con la vida de éste, y, más tarde, arrepentido por el atroz hecho cometido, huyó con su hijo Ícaro a la isla de Creta.
Allí habitaba el hijo de un toro y de la esposa del rey Minos, el minotauro. Esta criatura nació como castigo impuesto por Poseidón al propio rey Minos, quien ofendido, ordenó a Dédalo a construir un laberinto para encerrar al minotauro, pero encerró también a Dédalo y a su hijo para que nunca delataran la forma de salir del mismo.
Desesperados por salir, a Dédalo se le ocurrió la idea de fabricar unas alas con plumas de pájaro y cera de abeja, con las que podrían escapar volando del laberinto de Creta.
Antes de alzar el vuelo, Dédalo advirtió sabiamente a su hijo: "No vueles demasiado alto, pues si te acercas al sol, tus alas se derretirán, pero tampoco demasiado bajo, pues tus alas se mojarán y te impedirán volar".
Ícaro saltó al vacío con la única protección de sus alas. Tardó poco en olvidar los consejos de su padre y se acercó tanto al sol que derritió la cera que sujetaba las plumas y cayó al mar donde se ahogó. Dédalo recogió a su hijo y lo enterró en una pequeña isla que mas tarde recibiría el nombre de Icaria.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
El laberinto en el que nos vemos atrapados es la ignorancia, conformismo, un vacío existencial que acaba con nosotros lentamente.
Para el ser curioso, las ganas de saltar a la isla de las respuestas conforman su instinto de supervivencia. Sentimos la necesidad de vivir fuera del cascarón.
En un punto de mi camino yo fui Ícaro. Tuve mi propio Dédalo y emprendí el vuelo sin precauciones.
Batí mis alas sin rumbo y senti el calor, me acerqué al sol. La viva imagen de la prisa innecesaria, autoengaño, la peligrosa euforia. De repente, mis alas empezaron a arder y el resto de mi ser se hacía pedazos, caí en picado. El camino fue largo, pues el sol está muy alto...o yo soy muy pequeña en este engranaje que es el universo.
Cuando iba a buena altura para seguir volando, no tenía fuerzas para hacerlo y poco a poco me acercaba al mar, mis doloridas alas se humedecían. El agua, espesa y borrosa me atrapó y caí, me hundí en la aceptación de que las respuestas están atrapadas entre los signos de interrogación de mis preguntas. Esos muros de acero curvado que no van a dejar escapar ni una sola gota de la verdad. Con el agua te rindes ante la apatía, abandonas lo mas sincero de ti, tu esencia.
Más tarde froté mis ojos, pestañeando volví a ver claro el camino. Recogí mis pedazos y con constancia y fortaleza construí mi propio puente. Uno en el que camino firme aunque no recuerdo donde empezó, y no se si tiene fin, tan si quiera tengo claro a donde se dirige.
He vuelto al mundo de la magia, pero esta vez con los pies en la tierra. Camino con paso firme, solitario y orgulloso.
A veces nos gustaría ser Dédalo para proteger a nuestros seres queridos. Pero Ícaro debe volar solo. Cuando me tocó serlo a mi, no supe como es el sol hasta que me quemó, como se mueve el agua hasta queme adormeció.
Afortunadamente hay vida después del caos. Aunque las olas te revuelvan y el sol te desintegre, confía en ti y confía en el tiempo. El actuar del tiempo te enmendará las alas y te volverá a lanzar al vacío cuando estés preparado.
El ser curioso quiere vivir. Sentir el fuego del sol recorriendo su columna. Albergar el universo en su mente. Reír cuando se adentra al vacío.
El ser curioso está orgulloso de tener la fortaleza para salir del laberinto...para descubrir el suyo propio.
Alza el vuelo, cierra los ojos y disfruta mientras el viento roza tus alas.
Comentarios