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Lo bonito de la sinrazón.

  • patricia13g
  • 18 feb 2018
  • 2 Min. de lectura

Voy a compartir una reflexión que llevo meditando durante años sin darme cuenta. Tal vez te parece muy obvia, sin valor o simplemente demasiado extraña como para ser entendida, pero para mí simboliza la fusión entre los dos hemisferios del cerebro, la dualidad entre mi creatividad y mi lógica.

Cuando tenía 10 años me apunté a clases de pintura. De golpe, los colores, contrastes, luces y emociones que guardaba dormidos, estallaron en mis lienzos, por fin vieron la luz. Pero a la vez que creaba, luchaba contra mi perfeccionismo. Recuerdo que incluso rompí un cuadro, y ahí fue cuando hablando a solas con la profesora, le dije que mi mano no hacía lo que tan claramente definía mi cabeza. Estaba muy frustrada y empezaba a no disfrutar la pintura.

Reflexionando sobre la perfección, fue cuando llegué a la conclusión de que una obra terminada no era más que la ordenación perfecta y milimetrada de un conjunto de pigmentos. Algo así como los dibujos divididos en secciones con números y una leyenda que los relaciona con un determinado color. Al fin y al cabo, cuando un artista daba por terminado su cuadro, había seleccionado unos colores determinados, da igual el proceso, la imagen final reflejaba esas elecciones.

El mes pasado, (11 años después), leyendo Cracovia sin tí de Carlos Salem, no podía evitar adular su agudeza literaria a cada frase ingeniosa que leía. Igual fue debido a las altas expectativas que tenía de la novela o a que frecuento el bar del autor, y aunque él no me conozca, he reconocido una mirada taciturna colmada de vacío, pero pude apreciar un trasfondo complejo y caótico donde tenían cabida sus experiencias vitales, cultura literaria y personalidad. Esta novela no podría haber sido escrita por otro autor, aunque hubiera tenido las más detalladas referencias de la misma. No podría haber sido escrita ni por el mismo Carlos en otro momento de su vida. Es una exteriorización de todos esos elementos indefinibles que rodean al autor y sus inmediaciones. Eso es una obra de arte.

He aprendido que un conjunto de pigmentos bien ordenados no hacen un cuadro, igual que tampoco las perfectas letras y un buen libro o las notas y una melodía. Si quieres ENTENDER el arte, tienes que VIVIRLO.


En una escuela de arte...2008

 
 
 

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