¿mujeres o burkas?
- patricia13g
- 2 ago 2018
- 2 Min. de lectura
Era domingo por la tarde. Paseábamos por el puerto deportivo esquivando a los pocos transeúntes que como nosotros, eligieron ese rincón de la ciudad. La brisa que traía el mar era molesta, pero no lo suficiente como para distraerme de una buena conversación.
No me gusta como usan el hiyab las chicas de hoy en día, -me dijo Rabah. Bueno, me has pillado, en realidad el tema lo saqué yo, pero es que no podía perder la oportunidad de conversar acerca del velo islámico con mi nuevo amigo, que resultó ser musulmán.
Rabah es un chico argelino con estudios, joven y muy devoto de su fe. Yo me considero feminista y una curiosa de todos los debates morales y las estructuras sociales que los albergan. Y allí estábamos, tratando de acercar dos mundos a priori muy lejanos.
Yo, que llevaba tiempo dándole vueltas a la cuestión, tan delicado que consideraba el uso del velo... no lo he apoyado, pero pensaba que me faltaban datos, sobretodo necesitaba acercarme al fundamento religioso que lo sustenta. Pues no, resulta que era muy sencillo, así me lo dijo Rabah. Una buena musulmana se tapa todo su cuerpo, punto. Eso es lo que dicta la religión, por el bien de todos. Las mujeres no son como los hombres. Nosotros somos así, normales, sin más. Pero ustedes...vuestros cuerpos nos excitan, y claro, si una mujer no se esconde como es debido el hombre es normal que haga con ella cualquier cosa. Por respeto a su marido, la mujer debe cubrirse estando en público y reservarse solo para él. Hoy en día las chicas se ponen el velo con pantalones y blusas, pero eso es una falta de respeto, se notan sus curvas.
Poco comenté al respecto. Rabah debía saber que muchas mujeres occidentales cuestionábamos cualquier forma de opresión machista, y aunque lo entendió, achacó mi convencimiento a la inconsciencia y mi falta de conocimiento.
Que casualidad que ambos concluyéramos lo mismo de la conversación.

Ineke van Dijk retrata a la perfección lo que para mí es el burka. Una maraña de trapos que nos ensombrece. El superlativo afán por negar a la mujer censurando todo lo que pueda evocar sus características, hasta el punto de que no queda más que una leve intuición de lo que la silueta pudo llegar a ser.
Y la cosa no queda aquí, a veces, cuando aquello que tanto molesta no se tapa, se arranca, se corta, se quema...


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